SOEN “Lotus”

 

 

Año: 2019 | País: Suecia | Género: Prog Metal/Rock | Formato: (CD) | Sello: Silver Lining Music

El 2019 nos recibió, entre otras cosas, con este cuarto álbum de estudio de SOEN; una banda que tenía prácticamente abandonada. Cognitive, su primer trabajo, me había parecido un gran disco desde lo técnico puesto que se asemejaba casi en un 100% a TOOL y eso no es cosa fácil. Sin embargo, la falta de originalidad me había desganado un poco. Luego Tellurian tampoco logró cautivarme demasiado y Lykaia, aunque me simpatizó desde lo musical, tenía una mezcla muy mal lograda y no volví a escucharlos. Cuando me enteré que un nuevo disco se editaba este año, el primer pensamiento fue “ni lo voy a escuchar, va a ser más de lo mismo” pero luego el arte de tapa me llamó la atención y, por esas cosas de la vida, decidí darle una oportunidad (y menos mal que lo hice).

Lotus es uno de esos discos que atrapan de principio a fin, que no permiten apartar la atención ni aun cuando se está escuchando de fondo. Es un trabajo impecable tanto desde lo musical, como desde la producción y la mezcla; un balance perfecto entre melodía, melancolía, dulzura, tristeza y cierta agresividad. Un disco que nos pasea por un mar de emociones que se van sucediendo a lo largo de los 9 temas que contiene, por momentos tormentoso y amenazante, y por momentos sereno y relajante. Opponent abre la placa dejando entrever que lo que se viene es metal progresivo de gran calidad; un riff frenético y con muchísima fuerza que se pierde lentamente dejando todo el espacio a la voz y el bajo durante la estrofa para luego reaparecer y perderse nuevamente pasada la mitad del tema para dar lugar a un segmento emocionalmente floydiano en su esencia previo al desenlace. Así arranca. Lo que sigue, es una seguidilla de 4 temas, uno mejor que el otro, donde la banda tira toda la carne al asador. Lascivious es sencillamente brillante. Emotiva, melancólica y simple, con un estribillo que eriza la piel y se queda pegado por horas (quizás días) en la cabeza. Martyrs retoma la agresividad sin perder de vista lo bello de la simpleza y la melodía. Un tema cuyas guitarras por momentos recuerdan mucho a OPETH y que, al igual que el anterior, nos ofrece un estribillo para cantar y cantar hasta el hartazgo. Lotus no por nada es la canción que da nombre al disco. Una hermosa “balada” con una melodía vocal que acompaña a la perfección la letra y que nos pasea por aquellos rincones más serenos y oscuros de ese mar de emociones por el que vamos transitando. Un solo de viola increíblemente sentido, tanto es así que uno no puede evitar poner caras de sufrimiento con cada cuerda estirada como si le estuviesen clavando un puñal en el pecho. La cuarta de esta seguidilla, Covenant, es la que nos recuerda a los orígenes de la banda. Pues sí, TOOL se hace presente nuevamente, pero esta vez con un sonido más propio, con un toque de personalidad que, una vez más, desemboca en un estribillo épico, intensamente emotivo y de gran sensibilidad. Penance es una linda canción con un montón de matices pero que, realmente, queda perdida en el lugar en que está. Es que River, la otra balada (si se le puede llamar así) viene a demostrar de una vez y para siempre que menos es más. Nada de riffs complejos, ni de métricas raras, una canción de base acústica donde la emoción reina y el buen gusto domina. Rival viene a partir al medio a su predecesora y arremete con un riff oscuro y disonante, donde lo progresivo vuelve a ser protagonista y la distorsión se adueña del éter. Probablemente la canción más pesada y dinámica del disco en todo sentido. Y para en grand finale Lunacy, el tema más largo del álbum y uno de los mejores. Esta es una de esas canciones donde cada nota, cada acorde, cada silencio cuentan; donde todo está donde tiene que estar. Nada falta. Nada sobra. Una obra etérea por naturaleza, de esas que nos transportan a lugares que ni siquiera sabemos que existen, capaz de llevarnos de la desesperación a la melancolía de la manera más bella y poética posible.

Lotus, es el disco que termina de dar a SOEN su personalidad, el que marca un camino a seguir y que finalmente los desprende de sus influencias. Ojo, no digo que no estén, al contrario, se perciben constantemente. Podemos escuchar reminiscencias a OPETH, RIVERSIDE, TOOL por nombrar algunas, pero como influencias y no como copias. Martín Lopez logra desprenderse de OPETH, a pesar de que muchas cosas de las que adquirió en ese tiempo siguen presentes, esta vez quedan detrás en la mezcla para dar lugar a las guitarras y a las voces que son, en definitiva, los verdaderos conductores de esta placa. La labor de Joel Ekelöf es indiscutiblemente sublime y se destaca casi en cada segmento del álbum. El manejo de la melodía y la emocionalidad son sencillamente brillantes y se muestra en su mejor momento. Cody Ford, el nuevo guitarrista, no sé hasta donde habrá influido en las composiciones, pero está claro que trajo aires de renovación y que su performance ha sido impecable. Como dije al comienzo, además de los músicos es altamente destacable la producción y la mezcla de este cuarto trabajo de la banda. Un disco que suena prolijo, gordo, lleno y balanceado. Todo está donde tiene que estar; incluso el pasado, presente y futuro de SOEN.

Texto: Estanislao Aimar

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